Cuando la luna nos muestra
redondez de cacahuete
y, antes de dormir, la brisa
se toma un vaso de leche,
cuando las sombras calladas
cuentan cuentos a los tréboles
y se incrementan los grados
de aquellos que tienen fiebre,
cuando la tarde es recuerdo
emborronado de Alzheimer,
cuando salen los vampiros
para ver lo que se muerde,
cuando los grillos entonan
la «Lacrimosa» del Requiem
y los sonámbulos comen
sardinas en escabeche,
o sea: cuando la noche
sale, porque el Sol se mete,
en un callejón de un barrio
muy típico de Albacete
Jacinto le mete mano
a su prima, Mari Tere.
¡Ay, que los lobos oscuros
van persiguiendo a las liebres!
¡Ay, que el mar está mojado
y lleno de salmonetes!
La niña, si se descuida,
va a perder lo que se suele
perder siempre en estos casos
y que es algo muy corriente
en los versos de la Ge-
neración del Veintisiete.
Él, ansioso por gozar
lo gozable, la acomete.
Rasga su blusa de seda
de un manotazo valiente
porque no tiene paciencia
para buscar los corchetes,
y le pega un gran bocado
sin preguntar si le duele.
[...]