Poco y erróneo se ha dicho sobre la inmensa galería de personajes que pueblan esa cosa imprecisa que es la literatura universal. Se impone un destripamiento objetivo de toda la galería de personajes literarios, aunque empezaremos por unos pocos, para no cansarnos
Raskolnikov, de Crimen y castigo
fue un cobardica, que se entregó por miedo a que le cogieran. Mató a hachazos a
la anciana usurera (¡Hala! ¡Bruto!) y luego hizo todo lo posible para que le
apresaran. Como la policía rusa era mala, tardaron quinientas páginas en
hacerlo.
D’Artagnan era tan tímido que se sumó a
los tres mosqueteros y les siguieron llamando «los tres mosqueteros».
A Cyrano de Bergerac le olía el
aliento, pero nadie se enteró nunca.
Phileas Fogg acabó divorciado de su
mujer, la bella princesa india, porque ella tampoco le calentaba a la debida
temperatura el agua para el afeitado.
Dante bajó a los infiernos porque la
Italia de su época olía tan mal que no se podía aguantar.
Lady Godiva se paseó desnuda para
ahorrarles los impuestos a unos cuantos campesinos por no sé qué estúpida
apuesta, se constipó y murió de una pulmonía.
Gog era un millonario excéntrico que
daba dinero a muchos que se lo pedían, demostrando así que era un personaje de
ficción.
Ifigenia estuvo en Táuride,
efectivamente, pero nadie sabe qué fue a hacer allí, porque, para enterarse,
hay que haberse leído la tragedia de Eurípides, cosa que nadie ha hecho.
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